Jorge Orte Tudela: «En el mundo del vino, cuanto más se aprende menos se sabe»
- 29/12/2020
- Publicado por: Susana Escobar Luqui
- Categoría: vino y talento
Ha formado a 687 alumnos, catado vino de 55 países vinícolas y 679 denominaciones de origen y ha degustado 296 variedades de uva. Este es el extraordinario palmarés que ha conseguido, en tan solo siete años, el aragonés Jorge Orte Tudela.
Orte obtuvo en 2015 el WSET Level 4 Diploma in Wines & Spirits (Wine & Spirit Education Trust) tras aprobar todos los exámenes al primer intento. Debido a sus extraordinarios resultados, se le galardonó con The Vintners’ Scholarship durante la ceremonia de graduación en enero de 2016, premio otorgado anualmente al mejor alumno graduado en Reino Unido, el segundo premio más prestigioso después de The Vintners’ Cup, concedida al mejor estudiante del mundo.
Anteriormente ya había sido premiado con The Amorim Scholarship, otorgado al estudiante de Europa con mejores resultados en la asignatura de producción de vino. Jorge ha viajado a muchas de las más reputadas zonas vinícolas del mundo y es un gran conocedor de los mercados internacionales debido a su experiencia como Export Manager.
Además, es juez del International Wine Challenge de Londres desde 2014, la International Wine & Spirits Competition desde 2017 y el AWC Vienna desde 2018, y ha colaborado con el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Campo de Borja y Aragón Exterior en la promoción de vinos aragoneses en Londres. También es formador homologado en vinos de Jerez (CRDO Jerez-Xérès-Sherry) y formador en cava (Institut del Cava).
-¿De dónde viene tu pasión por el vino?
No vengo de familia de vinateros, y en mi casa solo se bebía vino en las celebraciones. Siempre las mismas marcas de tinto y espumoso, de esas que todo el mundo conoce. Si busco un punto de inflexión es cuando tenía unos veintidós años más o menos. Recuerdo que estaba releyendo «Los tres mosqueteros» y resulta que pasan casi más tiempo empuñando la botella que el florete. A base de leer descripciones de lo que bebían me entraron ganas de beber algo de vino, bajé al supermercado más cercano y compré un merlot del Somontano de la añada 1999. El resto, como suele decirse, es historia, aunque mi interés fue aumentando muy poco a poco hasta llegar a la treintena, que a menudo es la edad en torno a la cual los aficionados empezamos a acudir a catas.
-Debido a tus buenos resultados en la obtención del WSET Level 4 Diploma in Wines & Spirits (Wine & Spirit Education Trust) como estudiante fuiste galardonado con el The Vintners’ Scholarship, premio otorgado anualmente al mejor alumno graduado en Reino Unido. ¿Qué ha supuesto este galardón en tu carrera?
A decir verdad, no mucho. Es un premio de mucho prestigio que han obtenido bastantes personas que luego fueron Master of Wine, así como críticos y autores de libros que hoy son materia de estudio, pero en España no lo conoce nadie. De hecho, aunque técnicamente es al mejor graduado de Reino Unido, en mi época allí nos graduábamos más del noventa y cinco por cierto de estudiantes de Europa. En Reino Unido sí que es bastante respetado, y a nivel internacional contribuyó a que me contratará una universidad privada de Manila especializada en gestión hotelera y de restauración para impartir cursos allí en Filipinas, aunque lamentablemente no consiguieron matricular a suficientes alumnos.
Aquí me da un poco de prestigio cuando me presento en clase a los alumnos y les explico mi trasfondo profesional antes de comenzar el curso, pero la verdad es que no me siento muy cómodo con el autobombo, y menos cuando hay que entrar en detalle para que se entienda, así que solo lo menciono de pasada.
-Eres profesor de WSET y gracias a ti muchas personas ya han obtenido la ansiada certificación, ¿qué consejo le das siempre a tus alumnos?
Siempre aconsejo deshacerse de los prejuicios y sesgos desde el primer momento. Como país productor tendemos a sobreestimar nuestras virtudes y subestimar las de otros países. Nos sorprende que no se mencione tal o cual región de España y no entendemos por qué se menciona tal o cual de Australia. Al australiano le pasará a la inversa. Si no entendemos el mercado internacional no podemos entender la relevancia de lo nuestro y la de lo de los demás. El objetivo del curso no es explicar el mercado, pero la composición del temario sí es un reflejo del mismo.
También incido mucho en lo importante que es valorar de forma objetiva los vinos al margen de nuestros gustos personales, modas y posicionamientos comerciales. Es más difícil con los aficionados, aunque también sean profesionales, ya que tendemos a beber vinos cada vez mejores y se nos olvida que hay vinos muy modestos y económicos que son más que bebibles. Si de vez en cuando nos compramos un vino de precio muy bajo y comemos o cenamos con él, por así decirlo, «recalibramos» nuestra escala de calidad. Desafortunadamente creo que en este último aspecto no tengo tanto éxito como en lo de romper prejuicios. Es particularmente importante para los profesionales, el aficionado que no trabaja en el sector a fin de cuentas puede opinar lo que le apetezca, pero el profesional necesita ser más objetivo.
Por último, intento explicar que, en el mundo del vino, cuanto más se aprende menos se sabe. Si mis alumnos terminan el curso con más preguntas que cuando empezaron es que he hecho bien mi trabajo, aunque parezca lo contrario. Esto es algo que es difícil de enseñar, y que se acaba aprendiendo con el tiempo si se investiga lo suficiente. Incluso si se aprende luego hay que asimilarlo de verdad. Lo comenté con unos doctores en microbiología de una farmacéutica de Basilea, para los que hice una cata informal; estaban alabando mis conocimientos sobre vino y les dije eso mismo, que cuanto más aprendo menos sé. Me reconfortó mucho que me dijeran que en la ciencia pasa igual, y que suele ser indicativo de que realmente se está empezando comprender la materia en cuestión.
-¿Cuáles son las inquietudes que muestran tus alumnos a la hora de querer obtener la certificación?
Depende, tengo alumnos con muchos trasfondos: hay gerentes, directores comerciales, de marketing, comunicación, enoturismo, comerciales de distribución nacional e internacional, dependientes, enólogos, sumilleres… y aficionados sin ninguna relación profesional con el vino. Cada uno tiene diferentes motivos para obtener la certificación, y generalizar es difícil.
A menudo buscan aprender algo más sobre vino, porque en España tradicionalmente se ha pensado que el que tiene que saber de vino es el enólogo y el sumiller, y a la hora de la verdad todo el mundo que trabaja en el sector necesita conocer el producto, y no solo el suyo.
Los enólogos habitualmente están más interesados en ampliar horizontes y aprender sobre regiones y variedades con las que no está tan familiarizados. Los sumilleres suelen buscar un complemento a su formación y una certificación prestigiosa.
Al trabajar con grupos tan heterogéneos mi reto es, sin salirme del programa de formación, tratar de darle un acabado lo más personalizado posible. Si tengo mucha gente relacionada con gerencia, marketing y ventas estoy en mi salsa y puedo ponerles ejemplos prácticos gracias a mi experiencia como comercial de exportación. Cuando trato con gente más relacionada con la elaboración tiendo a ser más técnico, mientras que cuando trato con sumilleres suelo hacer más apreciaciones acerca de las tendencias en la restauración de grandes ciudades como Londres, Nueva York, Hong Kong o Tokio.
La verdad es que más que las inquietudes iniciales me resultan más interesantes sus inquietudes finales. Casi todos los alumnos acaban con muchos prejuicios y mitos rotos, y su visión global del vino cambia sustancialmente. Es un proceso que desde la pizarra puedo ver según va avanzando el curso.
-Has viajado por las más importantes zonas vinícolas del mundo, ¿cuál es la que más te ha llamado la atención?
¡Eso no vale! ¿Cuál no? Es como preguntar por tu región o variedad favorita…
Si nos vamos a lo «convencional» me resultan particularmente interesantes las diversas zonas de Santa Barbara County (California), en particular sus syrah y sus pinot noir. Toda la zona del Cabo Occidental de Sudáfrica es muy emocionante con sus constantes revoluciones vinícolas, me quedaría con los chardonnay y pinot noir de Hemel-en-Aarde y Elgin, y las mezclas tintas y blancas y el sinfín experimentos de Swartland, pero quedarse en eso es no hacer justicia a todo lo que tiene que ofrecer el Cabo. También tengo que mencionar que Portugal, todo el país, es digno de prestarle muchísima atención. Lo tenemos al lado y no sabemos lo que nos estamos perdiendo. Grecia también me encanta, pero todavía no he tenido el placer de visitar sus regiones vinícolas.
Si nos vamos a lo más «extravagante», los blancos de Georgia pusieron patas arriba una vez más todo lo que creía saber sobre vinos. Es un mundo en sí mismo que muy pocos conocen realmente.
-¿Qué opinas de los vinos de Aragón?
Que están muy polarizados. Por un lado, tenemos vinos con una excelente relación calidad-precio, casi siempre producidos en volúmenes muy grandes, que resultan agradables y satisfactorios. Por el otro, hay proyectos muy excitantes, casi siempre de pequeños elaboradores, que apuestan por la alta calidad, innovación, nuevas tendencias, vinos con mucha personalidad…
En general estamos haciendo bien en apostar por la garnacha. De hecho, creo que nos falta trabajar más la garnacha blanca y gris. La variedad cariñena también es interesante y apenas estamos empezando a prestarle atención, y hay más variedades autóctonas semiolvidadas con las que tendríamos que experimentar más.
-Colaboras habitualmente en la promoción de vinos aragoneses en el exterior, ¿cómo los perciben los compradores y consumidores extranjeros?
Curiosamente, los compradores nos conocen más de lo que nos podríamos llegar a creer, pero por los motivos que generalmente no nos convienen: volumen grande y precio bajo. En cada una de las cadenas de supermercados más importantes de Reino Unido hay vino aragonés, pero, salvo excepciones, etiquetado como marca blanca del supermercado. Como anécdotas, el primer día que entré a un supermercado en Napa (California), el primer vino que vi era de Calatayud, un montón de cajas apiladas para una oferta. Y el señor Otaki, encargado de control de calidad en Château Mercian (Japón), me habló del Tubo de Zaragoza porque hace años venía de vez en cuando para comprar vino a granel para el grupo Kirin.
Más interesante es la imagen que podemos transmitir si hacemos labores promocionales adecuadas, conociendo el gusto del mercado y haciendo una selección de vinos correcta que refleje los diferentes estilos que podemos ofrecer, y no impuesta por intereses comerciales particulares.
Muchos de los asistentes a las masterclass que he impartido se han sorprendido por la calidad de nuestros vinos, y no es que no conocieran Aragón como productor, es que tenían la idea de que producimos vinos de «buena relación calidad-precio». Si se les ofrecen los vinos adecuados y se les explica por qué son como son tenemos la oportunidad de cambiar su percepción, del mismo modo que mis alumnos cambian la suya respecto los vinos de ciertos países.
Si no sabemos qué hace diferentes a Campo de Borja, Calatayud o Cariñena, que están relativamente cerca unas de otras y trabajan con variedades similares (por eso no menciono Somontano, que es otra historia), difícilmente podremos crear interés en nuestros vinos. Todavía recuerdo la cara de asombro de un asistente cuando mencioné los viñedos en altitud y me preguntó, con escepticismo, que qué entendía yo por «altitud» y le respondí que 900-1.000 metros no son raros en Calatayud. Casi se cae de culo, creo que pensaba que Aragón es totalmente llano. Explicar esas cosas es más importante que contar «la historia del tío Paco que plantó un viñedo».
-¿Cómo definirías los vinos de Aragón?
En muchos aspectos como a los propios aragoneses. Generalizando, somos intensos, cuesta un poco conocernos, pero luego caemos bien y se nos considera leales. Supongo que nuestros vinos tienden a ser más o menos igual.